29 de Mayo del 2023
Nancy Banchero
Aún sin explorar
Sitios arqueológicos en las costas del río Uruguay
Bajante en el Río Uruguay
Bajante en la costa del Río Uruguay
Foto: Daniel Roselli

En las solitarias playas del departamento de Soriano sobre el Río Uruguay, en cada bajante el río nos muestra los vestigios de quienes habitaron estas costas, de quienes vivieron y murieron en esos lugares. Desde Punta Chaparro hasta el Arroyo Catalán, afloran restos de vasijas, puntas de flechas, restos humanos, y todo eso nos habla de un pasado que aún no ha sido estudiado.

Por el periodista Daniel Roselli

La cadena de playas que va desde la propia desembocadura del Arroyo del Sauce hasta el Arroyo Catalán, son lugares semi explorados y nada urbanizados (a excepción de la playa La Agraciada). Son cinturones de arena blanca, a veces fina, a veces gruesa, bañadas por el Río Uruguay que permanecen naturales, con la fauna y flora característica. Estos lugares son visitados u ocupados por pescadores furtivos, pescadores artesanales o por ocupantes en ranchos precarios.


Son lugares donde aún se siente la naturaleza en su mayor esplendor, que nos cobija o que nos castiga. Cuando el Río Uruguay se levanta, cuando sus aguas se agitan y el viento del sur estremece a los ceibos, los sarandíes, los laureles,  esas playas azotan con la arena, y la marejada que estalla en la orilla se vuelve amenazante. Nada mejor que vivir -aún con miedo- una noche de tormenta en la costa del río para advertir nuestra insignificancia ante la naturaleza.


Pero cuando despunta el alba, cuando los rayos del sol atraviesan los árboles, y las marejadas de anoche son olitas que casi con delicadeza rozan la orilla. Pasada la sudestada la altura del rio comienza a descender y si las aguas bajan hacia la desembocadura en el Río de la Plata; las playas se ensanchan, las aguas se retiran y a la luz del sol quedan expuestas “cosas” que estaban bajo agua.
 

Rafael Jaime

Quizás habrá otros como él, seguramente, pero Rafael Jaime conoce cada metro de arena de las playas y sus aledaños desde la misma playa palmirense Brisas del Uruguay hasta llegar al norte donde desemboca el Arroyo Catalán.
En una noche, en su casa, con cuchillos y puntas de flechas encontradas, el portal Apu.uy dialogó con este hombre de tez cobriza,  de nombre Rafael Jaime, de 71 años de edad, quien  nació en Nueva Palmira el 19 de abril de 1952. Fue el único que nació en el hospital palmirense, porque sus otros once hermanos nacieron en la Estancia de Seré (*) donde vivían. 
Para reafirmar sus palabras también vale recordar los antecedentes de Rafael; su papá vino en barco, oriundo de Santa Clara de Olimar (departamento de Treinta y Tres). Su mamá era entrerriana y con ellos el campo y la costa se volvieron sus lugares más fieles, más vividos.  
“Yo me crié en la Estancia de Seré, en la estancia de Arenal Grande. Allí me crié”, recuerda Rafael. A partir de los seis años fue a la Escuela 69 “fui a primero, pero enseguida tuve que salir a trabajar. A los nueve años ya estaba de peón en lo de Jesús Chá”. En esa etapa de su vida Rafael era analfabeto, recién aprendió a leer y a escribir cuando tenía 30 años y asistió  a la Escuela 113, “Galmés me mandó. Yo trabajé once años en lo Galmés, en la estación y en el campo”.

La vida en la costa

Su infancia estaba llena de aventuras e historias que sucedían en la costa y se rodeaba de personas mayores. “Cuando yo tenía siete años mis hermanos me llevaban a cazar jabalíes. Y en aquel tiempo se quemaba mucho carbón, y de chico me iba con los carboneros, gente vieja, y ahí yo tuve una escuela, ¿me explico?”, dijo Jaime. 
Hasta pasados los 20 años trabajó en los establecimientos rurales de la zona, y los fines de semana “cuando teníamos libre, nos íbamos a recorrer la costa. Y uno entrena los ojos para encontrar cosas. Porque allí en la costa, en la desembocadura del Arroyo Agraciada hay un asentamiento, allí aparece mucho material indígena”, dijo Rafael.
Entre sus hallazgos, recuerda que “una vez encontré una piedra, y se me dio por partirla, y adentro tenía una planta. Fue lo que más me llamó la atención. Y después los esqueletos en Tres Palos. Ahí hay un cementerio indio”.
Los vestigios de cacharros indígenas más grandes que ha encontrado, “es en Casas Blancas, en las bajantes”. Y donó al museo “Francisco Lucas Roselli” cráneos, dientes…
“Para mi encontrar una buena pieza indígena es como encontrar oro. Yo cuando veo una de lejos, ya sé qué es. Esto es de tanto andar, a mí nadie me enseñó, sólo cuando anduve con el Flaco Femenías en la Barranca de los Loros cuando vinieron los arqueólogos de Montevideo”, recordó.


Libras en el Catalán

Rafael Jaime en la larga charla que mantuvo con el portal Apu.uy, recordó que hubo varios grupos de personas que venían a buscar “cosas” de valor. “Una vez vinieron  militares y mucho era porque en la boca del Catalán el padre del finao Carlos Malacria, el padre, encontró las libras de oro y las entregó al gobierno”.

Al sur de la desembocadura del Arroyo Agraciada

Jaime afirmó que en la desembocadura del Arroyo Agraciada hubo una iglesia y “mi madre venía a orar. Y cerquita de ahí también un asentamiento indígena. El material que se encuentra es increíble y bajás un poquito más al sur y hay otro. Cada 500 metros hay un asentamiento. Y los vi yo, no es que me hayan dicho”.
Y en los hallazgos encuentra diferencias, “en la hechura. En la boca del Agraciada se encuentra la olla dibujada y más al sur es muy difícil encontrar ollas con dibujos, muy difícil… Y también pedazos más gruesos, cómo decirlo, como si fuera de nichos, es material increíble de grueso…”.
En la desembocadura del Arroyo El Troche “mi padre decía que había como una especie de caja hecha de barro que se veía cuando había bajante. También ahí encontré dos esqueletos, y siempre enterrados hacia el oeste”.
Y también “uno entra a los campos, y encuentra puntas de flechas quebradas por todos lados. Y estamos hablando de tres kilómetros de la costa. En Villa Arena (ahora llamada Puntas del Arenal) mi padre encontró una pila de balas de cañón. En esos médanos se encuentra mucho material, y restos de ollas dibujadas…”. 

(*) La Estancia Seré, en el año 1947 pasó a ser propiedad de Julio Mailhos y éste se la obsequia a su nuera Margarita Sagrera y luego ésta se la vende al condomio Gramont Barrandeguy, y luego queda solo en la Estancia Gramont (fuente Centro Histórico y Geográfico de Soriano). Como anécdota, allí  los corrales tenían nombres con los que hicieron una canción y que la extensión de la estancia era de 3.333 hectáreas. Número identificatorio de la mazonería.


LOS PUNTOS ARQUEOLÓGICOS

Se debe tener en cuenta que los ríos comienzan desde su desembocadura, por ello el kilómetro cero del Río Uruguay está frente a Punta Gorda. El mojón del kilómetro cero está en la barranca donde se levanta el Parador Punta Gorda.
De acuerdo a los planteos realizados por los arqueólogos hoy desaparecidos, don Lucas Roselli y Jorge Femenías, además de los hallazgos y el testimonio de Rafael Jaime, los puntos que pueden ser considerados como centros arqueológicos a investigar son:

  • Punta Chaparro, km. 16 del Río Uruguay
  • Parque Lavalleja y Estancia Ordoñana, km. 14 al 17 del Río Uruguay.
  • Desembocadura del Arroyo Agraciada, km. 21,4.
  • Tres Palos, cercano a la desembocadura del Arroyo Agraciada, km. 22.
  • Puntas del Arenal, km. 25,6.
  • Desembocadura del Arroyo Troche, km.31.
  • Desembocadura del Arroyo Catalán, km. 32,4.


HACERSE INVISIBLES PARA SOBREVIVIR

En el Siglo XVI, es decir en los tiempos del descubrimiento y posterior ocupación europea en estas tierras, el impacto sobre las sociedades indígenas del ahora llamado bajo Río Uruguay fue devastador (exterminio, esclavitud, rapto de mujeres y enfermedades terminan por diezmarlos).
 De acuerdo a los testimonios y estudios, la única manera de sobrevivir que tuvieron los indígenas de esta zona del continente fue la de permanecer invisibles, cambiando hábitos y modos de vida, reduciendo los grupos ya desarmada su original estructura familiar, ocultándose en lugares recónditos. Esta estrategia de lograr la mayor invisibilidad hace que los sitios de residencia se oculten cuidadosamente y sean habitados por muy poco tiempo, lo que provoca una equivocada valoración de su cultura, como si ésta fuera basada en la pobreza material e incapacidad tecnológica.

NUESTROS INDÍGENAS

Chaná. Los chanáes, o chaná-timbúes, eran un pueblo aborigen relacionado con otros que componían la macro-etnia charrúa, y mantenían poblaciones en las riberas del río Paraná, así como también en las costas del Río de la Plata. Construían canoas con las que navegaban y pescaban, eran bastante sedentarios, y culturalmente algo más avanzados que los charrúas.
En 1938, Lucas Roselli exhumó un esqueleto completo, postulado como de un posible Timbú, en la parte culminante de la barranca de Punta Chaparro (33°49’S 58°25’O), departamento de Soriano. Su ajuar funerario estaba compuesto por huesos de un mamífero extinto, material lítico (entre los que se encontró un raspador de cueros), láminas de cobre perforadas y un collar hecho de valvas de moluscos. Sus restos son conservados en el museo municipal profesor Lucas Roselli, de la ciudad de Nueva Palmira. También en esta institución se conserva “La dama de Nueva Palmira” una pieza arqueológica colectada aislada en la ribera del río Uruguay, en proximidades del puerto de dicha ciudad y del arroyo Higueritas («paradero Higueritas»). Es de material de arcilla, de forma campaniforme y rasgos antropomorfos. Fue presentada por Roselli en el 35º Congreso Americanista de México, en donde, sobre la base de la composición de la arcilla, se comprobó que fue manufacturada en la región, y se definió su pertenencia a la etnia Timbú («ribereños plásticos»).

Guaraníes. Los guaraníes, desde las zonas selváticas subtropicales de lo que hoy es el Paraguay, gracias a sus hábitos canoeros fueron aumentando su proyección hacia el sur, logrando crear poblaciones por el río Paraná hasta en el nordeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, y por el río Uruguay, por lo menos hasta el norte del Uruguay. Habían alcanzado un cierto desarrollo, acondicionaban cueros, hilaban, tejían, cultivaban algunas plantas, y eran diestros navegantes en canoas. Físicamente eran de menor porte que los charrúas y, a diferencia de estos, mantenían costumbres antropófagas.
Se cree que fueron el grupo más numeroso en la Banda Oriental, sobre todo luego de la llegada de los europeos gracias a su incorporación a las Misiones Jesuíticas. (Fuente Wikipedia)

Rafael Jaime, Foto: Daniel Roselli Bajante del río Uruguay, Foto: Daniel Roselli