Por el periodista Daniel Roselli - Parecería que vivimos en una sociedad ganada por el individualismo, por lo personal, sin importar lo colectivo… aunque, si llegamos a resbalarnos y hacemos algo por los demás, lo más importante es la selfie que nos sacaremos para compartir en las redes.
Sudáfrica enjuicia a Israel por "genocidio" por los bombrdeos a Gaza; Uruguay. acordó exportar
carne con hueso a Israel, ¿será por el voto de abstención uruguayo en la ONU que favoreció a
Israel? Es doloroso.
Pero ello no importa. Estamos en un mundo que no admite rebeliones, no admite cuestionar ni sensibilizarnos. Hablar de pobreza o injusticias es como antiguo, como demodé, obsoleto. No se debe hablar de la mujer que en la tardecita revuelve los contenedores de basura y tiene al costado a un niño sentado en el cordón de la vereda.
Hombres y mujeres que años atrás levantaban banderas de luchas sociales y políticas, contra la injusticia, en que un niño no tenía la asistencia de su salud, ahora viven de puertas adentro, preocupados en construirse su piscina, en las millas que tendrán para hacer los viajes y en la vida privada de los famosos y de los anónimos como ellos mismos.
Por otro lado, hay generaciones que no levantaron ni aparentemente levantarán, banderas. Aquellos y aquellas que tienen menos de 40 o 45 años que no sueñan, no tienen ni construyen ideales y aspiran a su mundo ideal de playa, sillones de Divino, de conseguir una vida económica a cómoda donde las ideologías y decisiones políticas son “cosas” que “ya fueron”, que “pasaron” y que “hagas lo que hagas, siempre va a ser igual”.
En lo artístico
Por ejemplo, en el departamento de Colonia hasta este momento no no hay murgas, no habrá caras pintadas, por estos lares es una especie en extinción. Y no es una obligación que haya, pero no es casualidad que no existan jóvenes y adultos que no tengan para decir, para expresar a través de la canción, a través de una puesta en escena… La murga, como cualquier propuesta artística, enaltece y embellece a las personas y las eleva a un sitio que ni el más poderoso de los mediocres, las puede bajar.
Ángel Ramírez, fundador e integrante de la “Nunca Más” de Colonia, afirmó cargado de dolor que “la Nunca”, no sale. “No tenemos para armar el cuadro”. Contando un año por la pandemia, ésta murga hace tres años que no se trepa a los tablados, sumándose a otras que hicieron historia pero que ya no están, como “La Obligada” de Rosario, “La Lengua Picante” de Nueva Palmira, o “La Cenicienta” de Juan Lacaze, (de acuerdo a consultas realizada por EL ECO, podría salir en Ombúes de Lavalle la murga de “Arco a Arco”).
Por otro lado las organizaciones sociales van perdiendo peso. Las comisiones barriales ya no existen, los sindicatos se miran de costado y las cooperativas se integran por obligación y sus integrantes se mueven como si fueran empresas. Cuando hay que trabajar, como las cooperativas de vivienda, hacen todo el “sebo” posible, se sientan en su lugar de trabajo a esperar que pase el tiempo y cumplir las horas que demanda la cooperativa. Y ojo que se están construyendo su casa. Es como pegarse un tiro en el pie.
La posibilidad de ver
Cuando el Frente Amplio comenzó con la “Operación Milagro” que llevó a que miles de uruguayos recuperaran la visión, -sobre todo aquellos que sufrían de cataratas- fue una verdadera revolución en la vida y salud del Uruguay. De todas las políticas que instrumentó, quizás esa sea la más sensible.
Era la primavera del año 2005 y en un rancho de piso de tierra, calentado solamente con un bracero, en Nueva Palmira vivía un viejo de poco más de 70 años, que tenía los dos ojos más blancos que túnica de escuela. Le decían “Cacanegra”, de apellido López, vivía en el Barrio Golondrinas. Lo visité con un amigo suyo y le dije: “vamos a hacer todo lo posible para que lo operen”. Ni contestó, sólo esbozó una mueca cargada de tristeza. Pero a pesar de su incredulidad, fue el tercer o cuarto operado por los médicos cubanos, primero de un ojo y luego del otro. “Los ojitos azules ven”, dicen que dijo cuando su primer ojo tremendamente azul, volvió a estar vivo y pudo volver a trabajar al monte.
Sin embargo, hoy al Hospital Saint Bois tiene recortado los recursos, la “Operación Milagro” se desfleca y las mutualistas volvieron a cobrar por operar cataratas a sus usuarios, poco más de U$S 1000 cada ojo. El gobierno les ha otorgado el derecho de recortar sus prestaciones. ¿Alguien se moviliza por ello. Algún hijo o familiar se moviliza porque su viejo “López” no ve? No. Solamente esperamos que algo pase y por medio de créditos económicos endeudamos nuestros derechos pero no hacemos nada para que se cumplan.
El mundo en el celular
Puede ser Twitter, Facebook, Instagram, TicToc. Por medio de las redes sociales lanzamos afirmaciones e insultos que embroncan a los amigos o a quienes nos “siguen “ o “seguimos”, que no piensan igual y satisfacen a los amigos que piensan como nosotros. Giramos entre un círculo cerrado, sin salida ni atajos, exclusivamente para un goce personal, de regocijo. Creemos que nos dirigimos al mundo virtual cuando realmente sólo alcanzamos a una ínfima de la ínfima parte. Le ponemos, además, #danielroselli y creemos que el mundo está ahí.
Sin embargo el mundo pasa por otro lado. En Uruguay tenemos el gobierno de Luis Lacalle que se ha puesto el rótulo de honestidad, transparencia y de fidelidad a las instituciones. El presidente se saca fotos en la playa, en moto o simplemente caminando solo. Parece que eso lo convierte en un ser altruista digno de su gran investidura.
No obstante, por debajo de esa postura de imagen inmaculada, se denuncian acomodos, privilegios, negociados, que luego finalizan en que se deben recortar recursos para políticas sociales o inversiones en obras públicas, para llegar a un ajuste “necesario” que recorta los derechos ciudadanos.
Mientras tanto nosotros estamos preocupados en la mejor selfie para subir a las redes o deprimidos en nuestras casas porque no podemos estar en ese “mundo feliz” paquete y con gusto a plástico.