En una decisión que reaviva las tensiones más peligrosas del tablero geopolítico global, el Parlamento iraní aprobó este sábado una moción para cerrar el estrecho de Ormuz, una de las arterias más críticas del comercio energético mundial.
La medida se produce tras los recientes bombardeos de Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes, en una operación que Washington describió como un "ataque preventivo exitoso" frente a los avances del programa atómico de Teherán.
La propuesta legislativa, impulsada por sectores ultraconservadores del Majlis (Parlamento iraní), aún requiere la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, órgano dominado por líderes militares y religiosos del régimen. Sin embargo, el mensaje ya está dado: Irán está dispuesto a utilizar el control estratégico que ejerce sobre este paso marítimo —por donde circula el 20 % del petróleo que se consume globalmente— como carta de presión frente a las potencias occidentales.
Un ataque que cambió las reglas del juego
En la madrugada de este 21 de junio, bombarderos B-2 de la Fuerza Aérea de EE.UU., acompañados por misiles Tomahawk, destruyeron parcialmente las instalaciones nucleares subterráneas de Fordow, Natanz e Isfahan. Según fuentes del Pentágono citadas por The Guardian, se emplearon bombas GBU-57, conocidas como “bunker busters”, en la que fue su primera operación real de combate.
El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, calificó a la “Operation Midnight Hammer” como “espectacularmente exitosa”. Israel, que había alertado sobre los avances nucleares iraníes, reconoció haber coordinado información previa a los ataques, aunque negó participación operativa directa.
En el ámbito doméstico estadounidense el respaldo político a la operación es fuerte dentro del liderazgo republicano, pero está lejos de ser unánime, incluso en las filas MAGA. En el escenario demócrata predominan las críticas constitucionales, aunque hay voces atípicas de apoyo.
Mientras, la opinión pública, dividida entre percibir una amenaza nuclear y rechazar una intervención militar, muestra que la Casa Blanca enfrenta una ecuación delicada: actuar sin consolidar el apoyo interno podría agudizar una crisis política en plena dinámica electoral y legislativa estadounidense.
Por su parte, la respuesta de Irán no se hizo esperar: decenas de misiles balísticos fueron lanzados contra Haifa y Tel Aviv, dejando al menos 14 heridos y daños materiales. Además, el gobierno iraní anunció la suspensión de cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), al tiempo que declaró que ya no se sentía obligado por ninguna de las restricciones del acuerdo nuclear de 2015.
El fantasma del cierre de Ormuz
No es la primera vez que Irán amenaza con cerrar el estrecho de Ormuz. Ya lo hizo durante la guerra con Irak (1980–1988) y posteriormente en 2011 y 2019 como respuesta a sanciones estadounidenses. Sin embargo, hasta ahora nunca ha dado el paso definitivo, consciente de las repercusiones regionales y globales que conllevaría.
El estrecho, ubicado entre Irán y Omán, conecta el Golfo Pérsico con el mar de Omán y el océano Índico. Por allí transita diariamente más de un quinto del petróleo mundial —unos 17 millones de barriles por día—, proveniente principalmente de Arabia Saudita, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Catar. Cualquier interrupción en ese tránsito podría disparar los precios del crudo y desestabilizar la economía global.
Según un análisis publicado en Arab News, el cierre del estrecho podría generar un incremento inmediato del 30 % en los precios internacionales del petróleo y desencadenar una reacción militar encabezada por Estados Unidos y sus aliados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), quienes han intensificado las patrullas en aguas internacionales.
Reacciones internacionales: Presión y cautela
Desde Bruselas, la Unión Europea llamó a la “máxima contención” y advirtió que un cierre del estrecho “constituiría una grave violación del derecho internacional y del principio de libre navegación”. Naciones Unidas, por su parte, expresó su “profunda preocupación” ante una escalada que podría derivar en un conflicto regional de consecuencias imprevisibles.
China e India, dos de los mayores compradores de petróleo iraní y del Golfo, han instado a ambas partes a retomar la vía diplomática. Japón, en tanto, elevó su alerta energética y convocó una reunión de emergencia del G7 para analizar el impacto económico de la crisis.
El secretario general de la ONU, António Guterres, se pronunció de inmediato, expresando que estaba “gravemente alarmado por el uso de la fuerza de Estados Unidos” y advirtió que “no hay solución militar” que reemplace a la diplomacia
Guterres urgió a los Estados miembros a cumplir con sus obligaciones bajo la Carta de la ONU y evitar una espiral de caos, entregando un fuerte mensaje contra el uso de la fuerza unilateral fuera del marco de Naciones Unidas
¿Qué puede hacer Irán a continuación?
Además del cierre de Ormuz, Irán podría recurrir a otras acciones para responder al ataque estadounidense. Analistas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) apuntan a posibles ciberataques contra infraestructuras energéticas en países aliados de EE.UU., así como sabotajes a buques petroleros, intensificación del apoyo a milicias aliadas en Irak, Siria y Líbano, o incluso una aceleración sin precedentes de su programa nuclear.
“Estamos en un escenario completamente nuevo. Irán ha sido golpeado en su núcleo estratégico, y su respuesta será proporcional al nivel de esa humillación”, afirmó Mohammad Marandi, analista político iraní, en declaraciones a France 24.
Impactos globales: Europa, Estados Unidos y América Latina ante un eventual cierre de Ormuz
El eventual cierre del estrecho de Ormuz, incluso durante un periodo limitado, supondría una disrupción de alto impacto para los mercados energéticos internacionales y tendría efectos sistémicos en la estabilidad económica y política de diversas regiones, especialmente Europa, Estados Unidos y América Latina.
Europa: Entre la crisis energética y la dependencia estructural
Para Europa, que todavía lidia con los efectos residuales de la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania, el cierre de Ormuz representaría una doble sacudida. Países como Alemania, Francia, Italia y España —importadores netos de crudo y gas natural procedente del Golfo— verían encarecidos sus costos de importación energética, afectando la inflación, la industria y el precio de los alimentos.
Además, la necesidad de diversificar de nuevo sus fuentes —algo parcialmente logrado con la reconversión hacia el GNL (gas natural licuado)— pondría presión adicional sobre la infraestructura de regasificación y transporte en el continente.
Bruselas ya ha alertado que “una interrupción prolongada elevaría la presión sobre las reservas estratégicas y los mercados spot”, generando un escenario de “racionamiento técnico” si se prolonga por más de dos meses.
Estados Unidos: Golpe al consumidor, tensión electoral y desafío geopolítico
Estados Unidos, aunque menos dependiente del crudo del Golfo Pérsico gracias al crecimiento del fracking, también enfrentaría consecuencias inmediatas. El aumento global de los precios del petróleo impactaría el precio de la gasolina, generando presión política interna a pocos meses de las elecciones presidenciales de noviembre.
Un escenario de gasolina por encima de los $6 por galón podría alterar el voto de sectores estratégicos en estados bisagra, amplificando la volatilidad electoral. Además, el Pentágono se vería forzado a redoblar su despliegue naval en la región, lo que implicaría mayores costos operativos y un riesgo creciente de confrontación directa con fuerzas iraníes o sus aliados no estatales.
La narrativa de “seguridad energética” volvería a ocupar el centro del discurso político, especialmente desde los sectores más conservadores.
América Latina: Economías en riesgo y oportunidades para exportadores
En América Latina, las consecuencias serían mixtas pero profundas. Para países importadores netos de hidrocarburos —como Chile, Perú, República Dominicana y la mayoría de Centroamérica— el aumento de precios agravaría los déficits comerciales, encarecería la energía y los alimentos, y podría detonar nuevas presiones inflacionarias.
El impacto social podría ser severo, especialmente en contextos de alta desigualdad y bajo margen fiscal.
¿Qué pasaría en Uruguay?. Un país pequeño ante una tormenta global
Uruguay, altamente dependiente de la importación de derivados del petróleo —especialmente gasoil y nafta para transporte y energía—, enfrentaría impactos significativos ante una interrupción prolongada del flujo por el estrecho de Ormuz. Aunque nuestro país no importa directamente desde el Golfo Pérsico, el aumento global de los precios elevaría los costos de refinación y adquisición internacional, trasladándose a tarifas energéticas, transporte y cadena de suministros.
El efecto inmediato sería un repunte de la inflación, ya tensionada por factores regionales. Sectores clave como el agroexportador y el transporte terrestre verían elevados sus costos operativos, afectando la competitividad internacional.
Para un país que no tiene producción propia de hidrocarburos y cuya matriz energética depende parcialmente de combustibles fósiles para respaldo, la volatilidad del mercado petrolero global podría comprometer la planificación fiscal y los subsidios energéticos, con impactos políticos en pleno inicio de un nuevo gobierno en el país.
En contraste, los países exportadores de petróleo, como Brasil, Colombia, México, Argentina o Guyana, podrían beneficiarse en el corto plazo de una mejora en los términos de intercambio. No obstante, esta ganancia estaría condicionada por la capacidad técnica de elevar producción rápidamente y por la estabilidad política interna, en un contexto de alta sensibilidad regional.
Venezuela, por su parte, enfrentaría una oportunidad ambigua: su capacidad productiva está mermada por años de desinversión, corrupción y sanciones, y cualquier intento de capitalizar el alza de precios requeriría acuerdos políticos con EE.UU. y reactivación técnica en tiempo récord.
¿Cómo transitar esta encrucijada de alto riesgo?
La amenaza iraní de cerrar el estrecho de Ormuz tras los bombardeos estadounidenses representa una escalada crítica. Con el respaldo del Parlamento y el silencio aún del Consejo de Seguridad iraní, la región se encuentra al filo de una crisis que podría alterar los mercados energéticos, activar confrontaciones militares directas y fragmentar aún más el orden internacional.
La intervención de António Guterres refuerza el mensaje de que “la única esperanza es la diplomacia”. Sin embargo, la respuesta del Consejo Supremo de Irán, la reacción de Occidente y la estabilidad de Ormuz marcan el rumbo de las próximas semanas —con consecuencias que trascienden a Oriente Medio y podrían desestabilizar la paz y la seguridad global.
Fuentes consultadas:
- France 24. (2025). El Parlamento iraní pide el cierre del estrecho de Ormuz tras ataques de EE.UU.
- The Guardian. (2025). Strikes on Iranian nuclear facilities a ‘success’ says US.
- Arab News. (2025). Why the world can’t afford a blockade in the Strait of Hormuz.
- Reuters. (2025). U.S. confirms use of bunker busters in strikes on Iran nuclear sites.
- OIEA. (2025). Declaración oficial tras suspensión de cooperación por parte de Irán.


