
Entre el 8 de setiembre y el 28 de octubre se disputará en Francia el Mundial de Rugby al que Los Teros clasificaron como Américas 1. Es su quinta participación, ya que estuvieron presentes en los mundiales de 1999, 2003, 2015 y 2019.
El grupo celeste está integrado por 33 deportistas que juegan en equipos de Uruguay, Europa y EEUU.
El debut será el jueves 14 de setiembre en Lille contra el anfitrión. El viernes 22 viajarán a Niza para enfrentar a Italia. El miércoles 27 jugarán contra Namibia en Lyon. Y el último compromiso será en el mismo estadio el jueves 5 contra la poderosa formación de Nueva Zelanda.
LA TRANSFORMACIÓN
A mitad del siglo XIX Uruguay vivía tiempos intempestivos. El país se debatía entre la llegada de inmigrantes europeos que buscaban impulsar la región y las luchas internas. Invasiones, revoluciones, guerra civil, alianzas.
Esos inmigrantes llegaron y aportaron trabajo, capitales, innovaciones y mano de obra. Forjaron un proceso de culturización que trajo consigo la incorporación de gustos y costumbres.
Desde aquellos tiempos hasta el presente se vivió una gran evolución y el deporte ha crecido y se ha afianzado. La Unión de Rugby del Uruguay (URU) se fundó en 1951. Hoy jugadores uruguayos participan en la competencia internacional en clubes europeos y estadounidenses. Las franquicias han posibilitado que algunos de ellos formaran parte de planteles de equipos argentinos, donde la evolución se dio en forma más acelerada.
La participación en competencias internacionales han ubicado al rugby uruguayo en el Tier 3, es decir que se encuentra dentro de los equipos mejor ubicados según el ranking de la World Rugby.
CÓMO LLEGÓ
El rugby era un deporte desconocido en esta parte del planeta y que fue traído fundamentalmente por los ingleses. Distintas dimensiones de cancha, las “haches” en vez de arcos, las marcas de 5, 10 y veintidós metros y el pase “siempre hacia atrás”, fueron algunos de los cambios a las reglas ya conocidas del fútbol.
El rugby en sus inicios
Muy lentamente fue creciendo como deporte. Los primeros en adoptarlo fueron los colegios en los que pululaban hijos de inmigrantes que conocían del tema.
Quienes accedían a su práctica quedaban prendados de su dinámica y la energía que retroalimentaba a los jugadores. Así se fueron creando los clubes que albergaban a los ex alumnos de aquellos colegios.
Más lenta fue la creación de una liga de competencia. Pero cada paso era seguro, contundente.
EL ENAMORAMIENTO
Se produjo entonces un fenómeno en esa sociedad que asomaba al siglo XX. Todos aquellos que habían ingresado al mundo de rugby y ya no pertenecían a los colegios o excedían en años para la disputa de partidos, querían seguir vinculados. De alguna manera, este “deporte de bestias, jugado por caballeros” los atrapó, los enamoró.
Como head coach, como alcanza pelotas, aguatero, como parte del cuerpo técnico, coordinador… Para todos había lugar. Y esa pasión se transmitió de generación en generación. En pleno 2023, con once equipos en competencia y de cara a un mundial, Uruguay encara el desafío con jugadores jóvenes, pujantes y con trayectoria familiar en el deporte.
VARIAS GENERACIONES
El caso de la familia Ardao es un ejemplo del amor que genera esta disciplina y que se transmite de generación en generación. El tercera línea Diego Ardao forma parte de la elite celeste desde 2013 y su hermano Manuel, el hooker proveniente del Colegio Stella Maris (Old Christians) recibieron el legado de su padre, también jugador.
Otro ejemplo es el de Baltazar Amaya, 24 años. Es argentino nacionalizado uruguayo y juega en Los Teros. Sus hermanos, su padre, un tío y tres primos son y fueron jugadores de equipos argentinos en distintas categorías.
Por su parte, el tercera línea Manuel Diana, que sufrió al igual que muchos rugbiers, una lesión importante en las cervicales, también comparte esta pasión con su padre y sus tíos.
Otro apellido vinculado por más de 4 décadas al rugby de Uruguay es el Ormaechea. Diego padre, que está en el Hall of Fame en el World Rugby inició la saga. Luego fueron Juan Diego, el ala de Carrasco Polo y Agustín, el medio scrum.
DEL CHARRÚA AL BATALLÓN
Esteban Meneses, responsable técnico de los Teros, elaboró con su staff un plan de entrenamiento rumbo al Mundial de Francia que sorprendió a todos. Sobre todo a los deportistas.
El día fijado, a la hora estipulada para la salida del plantel al lugar de entrenamiento, partieron jugadores y cuerpo técnico. Los rugbiers no tenían idea del destino de ese viaje: sólo sabían que era una especie de pretemporada intensa.
La incredulidad y la sorpresa los embargó cuando debieron desembarcar en el Batallón de Infantería Nº. 14 de Toledo. Allí se desarrollaría toda la preparación. Física y psicológica. Van a aprender a defender su grupo en el marco de la mayor exigencia - explicó Meneses.
Los días comenzaron muy temprano y terminaron muy tarde. La demanda física fue extrema. Hicieron natación, se sumergieron bajo el agua durante tiempos que parecieron eternos. Las competencias fueron sumamente exigentes, arrastrándose por el barro o remando, colgados de cuerdas y enviados al vacío desde un helicóptero.
Pero lo que realmente impactó en todo el proceso fue el sentido de pertenencia a un grupo. Todos juntos pueden avanzar y lograr objetivos, exactamente lo que se promueve en el rugby. Pero desde otro lugar.
En la devolución final del equipo, todos se mostraron orgullosos de haber podido culminar el entrenamiento propuesto y agradecidos por la experiencia. Ahora los une algo más que una camiseta: el saber que el poder está en el grupo.
