Hace ya más de 40 años se creó, producto de un largo peregrinar, el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) que contó entre sus fundadores con el sacerdote jesuita Luis Pérez Aguirre (Perico). Este 25 de enero se recuerda su fallecimiento en un accidente de tránsito, pero quienes estuvieron cerca lo recuerdan vívidamente.
En definitiva muchas veces determinadas fechas nos sirven de excusa para hablar de determinadas personas o eventos. En este caso, sin embargo, nadie de los que conoció a “Perico” y a su obra, requiere de justificación para elogiarlo en todo momento. Y tampoco sería justo plantearlo en esos términos, porque el dolor genuino de quienes aun sienten su pérdida como irreparable, no lo admitiría.
El 22 de abril del año 2020 Nicolás Iglesias Schneider, periodista, investigador y autor de varios trabajos sobre estos temas, escribía en un tuit: “Un día como hoy de 1941 nació, Luis Pérez Aguirre, “Perico”. Fue un sacerdote, teólogo y pensador uruguayo destacado por su labor con los más desfavorecidos y los derechos humanos. Fundador del @Serpaj_Uruguay y colaborador en @famidesa. #Feenlaresistencia recoge su testimonio”. Él prefería recordarlo desde su nacimiento.
Ese mismo día la Institución de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) publicaba un artículo titulado: “A 79 años de su nacimiento - Recordamos la vida y el legado de Luis Pérez Aguirre”. (1)
Todos sabemos que hay una tendencia a emparentar a las personas que defienden los Derechos Humanos con determinada ideología, con la izquierda, más concretamente. Sin embargo también nos consta que, si bien es frecuente que esa postura la defiendan los partidos políticos de izquierda y no así los de derecha, es igualmente cierto que la vulneración a los derechos de los ciudadanos se ha constatado en regímenes políticos de los más variados. Son sí las organizaciones sociales, la ciudadanía organizada en forma espontánea, las que suelen estar a la vanguardia de la defensa de los Derechos Humanos denunciando cada una de las vulneraciones que detecta.
"La lucha por los derechos humanos nace siempre del grito de millones de personas y antecede a las formulaciones teóricas o doctrinarias"
Precisamente, en su libro “Todo empieza por un grito”, el sacerdote explicaba, según recuerda el artículo mencionado, “que la lucha por los derechos humanos nace siempre del grito de millones de personas y antecede a las formulaciones teóricas o doctrinarias. Nace del grito de las víctimas y de quienes sienten con ellas. Se pregunta, en ese libro, quién es su prójimo y responde “las masas empobrecidas”, como más adelante lo serán también los detenidos desaparecidos”.
En el libro “¿De qué lado está Cristo?” sus autores, el ya citado Nicolás Iglesias y la licenciada en ciencias antropológicas Dahiana Barrales, al ser entrevistados en el Portal APU.uy ponían el énfasis en la polarización política generada por “la Guerra Fría” y su correlato religioso, “que provocó incluso la infiltración de la CIA y el KGB en instituciones eclesiales, con el objetivo de espiar, cooptar o influir a sus integrantes. En Uruguay las iglesias no permanecieron indiferentes al enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y muchos sectores tomaron partido por uno u otro de los polos…”. (2)
A su vez, en una nota concedida al periódico La Diaria, Iglesias confrontaba a la teología de la liberación con la teología de la seguridad nacional defendida por el filósofo argentino Rubén Dri. (3)
"Esa teología, entre lo profético y lo sacerdotal monárquico, entre el centro del poder y el borde, estuvo en toda la historia del cristianismo, en la que hubo dos iglesias, una del lado de los pobres, en el borde, y una atada al poder”
Sobre esta última explicaba: “Es la teología o el discurso religioso que, de alguna manera, establece que ese orden, esa defensa de la sociedad occidental y cristiana tiene una legitimidad religiosa, en tanto que esos militares [golpistas] son los que vienen a resguardar el orden querido por Dios frente al caos y la anarquía que significa la teología de la liberación y la infiltración comunista en la educación, los sindicatos, la cultura y en todos lados. Esa teología, entre lo profético y lo sacerdotal monárquico, entre el centro del poder y el borde, estuvo en toda la historia del cristianismo, en la que hubo dos iglesias, una del lado de los pobres, en el borde, y una atada al poder”.
Con esa concepción esa iglesia defendió el accionar de las dictaduras, justificando la tortura, las muertes y las desapariciones de personas. “En Uruguay eso no es tan claro, pero en el caso argentino –estamos hablando de una iglesia católica estatal, financiada por el Estado– hubo actores de esa iglesia legitimando la tortura” afirmaba Iglesias.
El aporte de Barrales en ese libro consistió, entre muchos otros aspectos, en analizar la vinculación o integración de muchas y muchos cristianos al Movimiento de Liberación Nacional -Tupamaros (MLN-T). “Lo que trato de mostrar en una parte del libro y en mis trabajos en cuanto a la trayectoria de los cristianos es que no se levantaron un día y decidieron integrarse al MLN-T, sino que son procesos que se van dando de forma gradual e incluso son procesos que se dan en movimientos previos que derivan en una integración a los tupamaros y en discusiones gigantescas de si es posible que un cristiano se integre o no al MLN-T”.
El guerrero y la paz
El camino de Pérez Aguirre fue, invariablemente, el que lo mantenía junto al sufrimiento de las personas más vulneradas. Es decir, lo tuvo siempre en defensa de los Derechos Humanos.
Una parte de ese camino lo transitó junto a mujeres que ejercían la prostitución en las calles de Montevideo y a niños sin familia a los que recibía en La Huella, una Granja y Hogar que fundó en Las Piedras, departamento de Canelones.
Poseedor de una pluma inquieta, Perico fundó en 1979, junto a Marcos, Gonzalo y Felisberto Carámbula, la revista La Plaza que se editaba en Las Piedras pero que tuvo un alcance que traspasó largamente las fronteras departamentales.
Y fue precisamente uno de sus artículos, titulado “El guerrero y la paz”, la excusa que la dictadura cívico-militar de Uruguay esgrimió para procesarlo en el año 1982.
En enero de 2016, Francisco Bustamante publicó una nota en el semanario Brecha, titulada “Diálogos con Perico”, escrita desde su conocimiento personal con el sacerdote jesuita. En esa nota donde lo desmitifica, lo engrandece. “Creo que mucho mal haríamos a su memoria si lo convirtiéramos en un mito o en un santo de estampita” escribía luego de asegurar que “Perico tenía flaquezas (lo cual) no es sugerir escándalo ni dudar de sus valores, es simplemente recordarlo y recordarnos que, como nosotros, fue un hombre de carne y hueso”. (4)
Agregaba más adelante que Perico “enfatizó temas poco transitados por el pensamiento de izquierda, como la sexualidad, la reflexión ecológica y el feminismo. La encrucijada temática en la que Pérez Aguirre se ubicó para analizar la realidad fue algo totalmente original, que nadie antes había hecho entre nosotros y lamentablemente creo que tampoco después nadie continuó”.
Marianela Larzábal en enero de este año publicaba una nota preguntándose, desde el título: ¿Qué diría Perico sobre la muerte de un hijo de la comunidad La Huella? (5)
En ese material publicado en dioseslocos.org, la autora aborda la muerte de un recluso que estuvo en La Huella. A propósito de ese caso reflexionaba “desde qué lugar nos situamos para hablar de Derechos Humanos, es una premisa clave que nos plantea Perico; sentirnos vulnerables ante el dolor del otro y sentir en las entrañas su propio sufrimiento. Otro desafío es como superar la trampa antes la cual nos ubican ciertos discursos sobre los Derechos Humanos, los cuales nos escandalizan cuando la víctima es un hombre blanco de clase media o alta pero si es un hombre pobre y además es negro y huérfano, difícilmente salga en los medios o movilice a alguien”. Y agregaba en el libro: «Si digo derechos humanos» Luis Pérez Aguirre ya planteaba el desafío de superar la hipocresía y la trampa de los Derechos Humanos.
Cuando las y los lectores tomen contacto con estas líneas perfectamente podrán plantearse la duda de la pertinencia de este artículo. Sin embargo no pretende más que lo que una nota periodística puede lograr: exponer temas, enfoques, incentivar a la búsqueda de mayores elementos que provoquen un proceso reflexivo individual y colectivo. Es mucho, pero no hay una glorificación de la función periodística, sino de quienes toman un material para ir mucho más allá.
En tiempos de “grietas” políticas y de redes sociales que bastardean el intercambio operando desde la impunidad que brindan las mismas y haciendo gala, las más de las veces, de una ignorancia supina esgrimida sin vergüenza ni sonrojo, la intención de traer el pensamiento y el accionar de referentes como Pérez Aguirre no es más que una humilde contribución a tomar contacto con las problemáticas sociales que, más allá o más acá, nos involucran. Es una invitación a ser un poco como “Perico”.
(2) https://www.apu.uy/noticias/un-libro-que-viene-traer-luz
(4) http://brecha.com.uy/dialogos-con-perico/
(5) https://dioseslocos.org/que-diria-perico-sobre-la-muerte-de-un-hijo-de-la-comunidad-la-huella/


