25 de Julio del 2021
Alvaro Pan Cruz
Historias Desobedientes, relatos de familiares de genocidas
“Tengo que contarte algo muy triste”
Libro Analía Kalinec
Foto: Marea Editorial

Denunciar a genocidas es algo muy duro para las víctimas pero es difícil imaginar cuánto más lo será para los familiares que compartieron parte de su vida con uno de ellos, ignorando su condición de tal. Esto es lo que cuenta el colectivo Historias Desobedientes, la memoria de familiares que debieron afrontar esa realidad con los costos personales, familiares y sociales que eso conlleva.

Todo comenzó en el año 2005, o tal vez antes. Seguramente antes. Analía Kalinec supo que su padre era el Dr. K., un policía responsable de secuestros, torturas, asesinatos y otros crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar argentina.

Entonces comenzó un proceso personal, profundo, desgarrador sin duda, inevitable pero a su vez, irreversible. Romper un pacto de silencio tiene consecuencias que es necesario afrontar, y el primer lugar donde se pagan esas consecuencias es en la propia familia. Analía lo sabe, exhibe esas heridas con dolor y convicción. Fue apartada de la familia, sufrió acusaciones y amenazas, pero no se detuvo.

En 2017, junto con otras personas que estaban en situaciones similares conformaron el colectivo “Historias Desobedientes” y desde entonces han estado trabajando desde distintos espacios relatando sus procesos, todos diferentes, y reuniendo a todo el que entienda la necesidad, la importancia que tiene desde lo personal y para la sociedad, romper con esa barrera del silencio. Han batallado judicialmente para modificar el Código Procesal Penal argentino y así poder atestiguar contra sus padres.

"Todo está guardado en la memoria / Sueño de la vida y de la historia".

En este colectivo hay quienes han renegado de sus familiares y también quienes decidieron cambiar su nombre y tomar distancia de sus padres. Analía tomó otra decisión que queda plasmada en su reciente libro: “Llevaré su nombre. La hija desobediente de un genocida”.

Su postura queda expuesta en esta entrevista. Y el título del libro no es azaroso, cada palabra tiene su significación. Nace en primera persona y se refiere a su padre en tercera persona: “su nombre”. Ese padre que ha intentado desheredarla pero que no puede quitarle los recuerdos.

“Es muy duro saber que mi papá empuñaba una picana con las mismas manos con las que me tocaba. Y que la misma voz que me sigue diciendo que me quiere es la misma que dio orden de muerte y de tortura. ¿Cómo puedo hacer para unir en la misma persona a mi papá y al Doctor K?”, escribió Analía hace ya tiempo. Y así, con pequeños textos donde volcaba sus reflexiones, dudas, cartas que elabora (pero que luego no enviaba) a su padre, conformó este nuevo libro desobediente.

Hoy alguno de esos genocidas están muertos. Se fueron con el silencio de la impunidad. Otros aun no murieron, pero comparten el mismo silencio. Los que  han sido juzgados solicitan ciertas prerrogativas debido a su edad avanzada. Eso, advierte Analía, “tiene su correlato con tantos años de impunidad”.

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